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miércoles, 14 de diciembre de 2011

El Comecocos 3 desenlace

Me  inclinada para "chupar cámara” algunas veces.


 -¡¡¡Ku Ku!!! ¡¡Estoy en la tele!!!


 La concursante respondía las preguntas con una soltura dialéctica digna de mención mientras un barrido general de la cámara en aquel circular plató mostraba rostros sonrientes y aplausos a tutti plem en el desarrollo del programa.


En las escaleras de bajada ataviados con tambores un escuadrón tocaban al ritmo para crear un ambiente de gladiadores.
Uno de los que tocaban el tambor, un joven mulato de anchos hombros estaba en el peldaño al lado de donde me ubicaron.


Vestido de negro, muñequeras y pelo rizado recogido, con su tarea bien aprendida golpeaba con los palillos el tambor al ritmo de todo el sequito.
Imponía su presencia, un hombre musculoso de esos que anuncian yogures en la tele y te hacen creer que el bacilococus te hace ensanchar los pectorales.
Alguna espectadora escuche que suspiraba al mirarlo...
El  primer programa llegaba a su fin.
La pastilla quedaba desierta y el animador organizaba las salidas "a cambiar el agua al canario".


Agua y patatas fritas mañaneras para 600 personas famélicas  en las largas  colas para entrar al lavabo.


Al fondo se seguía escuchando al animador que contaba un nuevo chiste casposo y archiconocido.
 -Ese lobo que  le dice a Caperucita... ¿A donde vas caperucita?
-A lavarme el Chichi al río.
-¡¡Como ha cambiado el cuento!! Exclamó el lobo...


Si, era patético pero meritorio el entretener a tanta peña en un rato tan largo entre grabación y grabación.


Voy a terminar sin revelaros quien ganó...
Si lo se....eso no se hace...
Pero seria destapar la magia de poder verlo este viernes.


Después salimos a la calle otra cola para cobrar y adiós muy buenas...

Mientras me alejaba vi al hombre del tambor, si el tipo musculoso escapado de anuncio de yogures que vestido de calle, no resultaba tan seductor, más bien parecía un vendedor de enciclopedias y su coleta rizada recogida con una goma de pollo, le quitaba atractivo

 También el se aventuraba por las escaleras del metro y...la magia que se había esfumado al apagar los focos del plató dejaba un pequeño rastro con aquel tamborilero que regresaba a su casa para descansar.
Al igual que aquella figurante que había metido la naricilla en todo aquel mundo de color.

2 comentarios:

  1. Tu manera de contarlo tan juvenil, hace que esta crónica sea agradable al leerla,eres única Rosa Maria,Felicitaciones!!!!

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  2. Jajaja!!!! una experiencia más en tu currículum...... siento haber llegado tarde para verte, pero veo que lo pasaste bien y ha servido para una historia cortita ( que de todo sacas historias!!!! qué facilidad!!).Gracias por compartirla con ese humor que te caracteriza y que me encanta!.Un besote con hoyo!

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