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jueves, 5 de junio de 2014

YO ESTUVE EN EL COMECOCOS










El viernes por primera vez fui a ver como se grababa un concurso.


Una larga cola para cumplimentar un formulario donde dábamos derecho a que nuestra imagen apareciera.


Otra larga cola para entregarlo.


 Una tercera y larga cola para subir unas escaleras de dudosa estabilidad que llegaban a lo alto desde donde  podía verse una especie de coliseo romano.

Aquello era el estudio de grabación.

 600 personas  serían las que dando su voto haría que el sueño de uno de dos concursantes finalistas de llevarse un montón de pasta gansa se hiciera realidad.



Me colocaron en la parte superior  fuera del enfoque de las cámaras. Elegí y a mala hora  una minifalda y unos botines con tacón. Mala elección de la ropa… por mi parte.

De repente apareció en el centro del escenario (llamado pastilla por la forma de dicho medicamento) un animador que entre bromas, risas, canturreos y chistecillos casposos, amenizaba al cotarro mientras se preparaba el inicio de la grabación.

¿Quién quiere patatas fritas?



El público era obsequiado con agua, donettes, panteras rosas, bocadillos...



De pronto la magia se hizo realidad.


Mercedes Milá y Albert, los miembros del jurado, tomaron asiento y todo el público de pie con los brazos alzados a modo de curia romana y acompañados de un ritmo frenético sacado de peli de gladiadores  (que era la cabecera del programa) incitaba e iniciaba lo que prometía ser un interesante  concurso.

El comecocos.



Como escritora y observadora que soy adiviné un submundo entre el público.

Figurantes, extras, curiosos que como yo asistían por primera vez o asiduos a estos eventos.

Descubrí familias enteras que pasaban las tardes  allí.
 Para ellas todo eran ventajas.
-Mira niña -me dijo una señora que tenia a mi lado maquillada pantalón ajustado y unas botas estilo 3 mosqueteros que salvaguardaba las rodillas y las ingles- aquí estamos calentitos, alimentaos, animaos y encima nos dan un dinerillo por asistir. ¿Dónde vamos a estar mejor?
Yo me llamo Sole ¿y tú?
-Rosa María
-Pues mira niña que ya verás cómo te enganchas y vienes a otras grabaciones  jajaja.
Aquellas palabras me asustaron un poco porque siempre he huido de todo lo que crea dependencia.



¿Podría atraparme aquel submundo?


Entre unas cosas y otras me confesó que sabía de los amoríos al margen de las cámaras que existían entre fulanito y menganita, por supuesto de los concursantes

Fascinante, allí había dos programas en uno.


 No salía de mi asombro...parecía un gran hermano, una novela romántica entre parejas
despechadas, celos y rivalidades de marcadores y respuestas rapidas e ingeniosas que suscitaban miradas de recelo rabia o envidia entre los demás protagonistas de ambas historias, eso si acompañados en todo momento del ritmo trepidante de los euros que iban ganando.

El programa se sucedía y entre pregunta y pregunta cuando una de la concursante fue eliminada por el rival más avispado, mi instructiva compañera Sole, saltó con un iracundo:

-¡Ya lo sabía! ¡Ella está enamorada de él y al eliminarla mira como llora se lo ha tomado como algo personal! ¡¡Será cerdaco!!

El programa acabó y 600 personas tenían que ponerse de acuerdo para ir al lavabo.
Pensé en las cantidad de litros de orina que circularían por aquellas cañerías.

No respetaron las colas y los de abajo se mezclaron con los de arriba, se atropellaron en los pasillos y entre patatas fritas repartidas y botellines de agua de una marca que no pagaba por hacer publicidad, los  minutos corrían  en aquel programa.



¡SEGUNDA  PARTE PÚBLICO!

De nuevo a subir por aquella enclenque escalera que detrás del boato aparente del modernista plató aparecía lo más cutre y peligroso que en mi vida he visto.

 Se iniciara la grabación del siguiente programa.

Después le siguió otro y a pesar de mis piernas entumecidas, puesta de pie 45 minutos por exigencias del programa con la friolera de 135 minutos, aquella molestosa minifalda (que en mala hora elegí para asistir) y los tacones incomodísimos para mis pies tan cabos, allí en todo lo alto del coliseo, entre estirones de mi menda  pudorosa que se obstinaba en que no se  vieran mis bragas desde abajo, las horas  fueron pasando hasta que concluyó.

Cola para salir por las escaleras hasta la calle donde el frescor de la noche a las 10 me llevó a otra cola donde un cuadradito de papel de color amarillo se transformaría al cabo de otra hora en 12 euros a modo de salario por figurar.

 Una señorita se acercó justo cuando cobre mi dinerillo y con una sonrisa de oreja a oreja me preguntó:

-¿Vendrás mañana de 9 a 3?

¿Que creéis que contesté?






- ¿A qué hora es?
- A las 9 de la mañana y se graban 2 programas, es la eliminatoria.
- Vendré, apúntame.


Así que la Rosa María al día siguiente con mi ibuprofeno tomado por el dolor de rodillas, mi trombocid extendido, zapatos y pantalones cómodos  y menos maquillada, allí estaba de nuevo haciendo una  nueva cola más larga que la del día anterior.


Había una mujer que parecía la Grace Jones.
Imaginad larga, espigadita, pelo rasurado, solo un moño albino presidiendo su cabeza. Maquillada hasta lo indecible, taconazos de vértigo y pulserazas que tintineaban constantemente en aquella larga fila para entrar.


La poca ropa que llevaba y el frío invernal que hacia dejaba latente como sus labios temblaban y  su esbelto cuerpo de modelo- pasarela.

Después de una precaria organización que superó con creces al día anterior, la fila comenzó a moverse.

-Voy a llamar por orden alfabético.
-¡Dios!
-ABELARDO ARIAS ARIAS
¡¡Te puedes morir!! Empezaba el orden por el nombre...de uno en uno 600 personas para entrar ahhhhhhhhhhhhh!!!!! ¡¡¡¡Que me va a dar algo!!!!


Al cabo de una hora se entera el susodicho organizador que tiene que separar gente por agencia...así que de pronto me veo en  otra cola, pues no soy modelo, si no vulgar ama de casa que ha metido las naricillas en todo aquel fregao.


- Yo vengo de Make
- Entonces...
El organizador ataviado con una gorra más chula que un ocho, bufandaca 6 vueltas a su cuellecillo flácido me señala con el dedo y me dice:


-Al fono...sigue hasta el fono...y onde vea mucha ente...ahí é...

Imaginé por supuesto que su español era fingido…
-Noooooooooooooo, más gente noooooooooooooooo, mas colas noooooooooooooooo, Hace un frío que pela hombre de Dios, ¿no vés que parecemos flanecillos el amado público?

Rosa María llegó, Rosa María espero de nuevo una larga cola donde de nuevo tuvo que ceder sus derechos de imagen...luego entró y de nuevo aquellas escaleras que ya parecían pasadizos tenebrosos de pesadilla en Elm Street; solo faltaba que Freddy Krueger hiciera su aparición.



Me sentaron detrás de una una concursante llamada Blanca.



Al fondo había una pantallaza  y cada vez que la  cámara  mostraba  a la concursante también aparecia el publico que había detrás, y allí  ¡¡estaba yo!!



Cada vez que la cámara daba un barrido y se paraba en Blanca, Rosa María  “chupaba cámara”



por fin...mi sueño de salir en la caja tonta se estaba haciendo realidad...así que ya tengo algunos minutillos de gloria que contar a mis nietos jajaja.






Me  inclinada para "chupar cámara” cuando la cámara pasaba.

 -¡¡¡Kú Kú!!! ¡¡Estoy en la tele!!!

 La concursante respondía las preguntas con soltura dialéctica digna de mención mientras un barrido general de  cámara en aquel circular plató mostraba rostros sonrientes, aplausos a tutti plem y el desarrollo del programa se iba cumpliendo dentro del horario establecido.

De repente en las escaleras de bajada y ataviados con tambores, un escuadrón tocaba el ritmo efervescente de ambiente gladiadoriano.

 Fijé mi atención en uno de los que tocaba el tambor.

Un joven mulato de anchos hombros que estaba en el peldaño, justo al lado de mí.


Pude estudiarlo minuciosamente.

Vestido de negro, muñequeras y pelo rizado en recogido, enfrascado  en su tarea bien aprendida, de golpear el tambor al ritmo de los demás músicos.


Hombre musculoso de los que anuncian yogures en la tele y te hacen creer que el bacilococus te ensancha pectoral de manera mágica era la comidilla del publico femenino colindante y la verdad… también la mía.

Incluso alguna suspiró con la mirada fija en aquel Adonis, cuerpo escultural, bronceado brillante y las famosas tabletas de chocolate que riete tu de la Nestlé.


El  primer programa llegaba a su fin.


“La pastilla” quedaba desierta y el animador organizaba las salidas ¡ venga, venga, a cambiar el agua al canario!


Agua y patatas fritas mañaneras para 600 personas famélicas en  largas colas que de nuevo se formaban para entrar al lavabo.


Al fondo se escuchaba al animador contando un nuevo chiste casposo y archiconocido.


 -Ese lobo que  le dice a Caperucita... ¿A dónde vas caperucita?
-A lavarme el chichi al río.

-¡¡Como ha cambiado el cuento!! Exclamó el lobo...


Si, era patético pero meritorio su trabajo de entretener a tanta peña en aquellas largos horas de grabación.

Voy a terminar sin revelaros quien ganó...


Si lo sé....eso no se hace...
Pero sería destapar la ilusión de la tele…


Después salimos a la calle.

 Otra cola para cobrar y adiós muy buenas...

Mientras me alejaba vi al hombre del tambor, si,aquel tipo musculoso escapado de anuncio que vestido de calle ya no resultaba tan seductor, más bien parecía un vendedor de enciclopedias mal peinado.

Su coleta rizada y recogida ahora con goma de pollo, lo hacía sencillo, cercano, humano.

Se aventuró por las escaleras del metro dejando un rastro de perfume. Seguramente regresaba a su casa a descansar.

Los focos ya se habían apagado en aquel plató de Glorias pero la magia seguía en mis ojos, en mis sentidos, en el recuerdo cercano de unos días distintos, donde una figurante improvisada había metido sus naricillas en aquel mundo de color, de escaparate, burbujas efimeras pero necesarias, entretener... y despues.. como no... contártelo.


Rosa María Gómez Vico.

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