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miércoles, 13 de noviembre de 2013

PRIMERIZA ROSA

PRIMERIZA ROSA
Una mañana fresquita tenia visita por el tema de mi embarazo.
Una semana fuera de cuentas pero me encontraba chachi-piruli.
No imaginaba lo que me venía encima.
Cantando cual florecilla silvestre llegué al hospital pensando que me darían una palmadita en la espalda y me enviarían de nuevo a casa hasta que me pusiera de parto de forma natural.
¡Que inocente!
-Señora… ya se pasa de fe
cha... Hay que provocar el parto.
Con revisiones y “al hurgue” consiguieron hacerme una pequeña fisura.
Luego llegó una cosita llamada “oxitócina” que es para dilatar y provocar los dolores de parto.

Aquello se alargaba y desde las 9 de la mañana hasta las 8 de la tarde pasando por todo el protocolo que se exige de higiene: rasurar, poner lavativa y esa famosa bata fresquita, con todo el culamen al aire.
La paciencia se iba acabando para una servidora al tiempo que los dolores iban creciendo
-¡¡Como duele estooooo!!
-¡Señora hay que monitorizar!- metiendo por abajo una camarita vieron que el bebé venia con una vuelta de cordón al cuello.
Todo se complicaba aún mas ya que yo era estrecha de caderas y la criatura venía con un buen peso.

La cosa pintaba que me darían el paseíllo.
-Señora que nos vamos al quirófano…
-¡¡Si, si, pero haber si hay algo que me calme los dolores que ando que ni me aguanto!!

Un rayo de luz apareció, una enfermera cincuentona llevaba algo en la mano.
La imagen suprema del todo poderoso dios llamado EPIDURAL.
-No se mueva...
Una inyección y todo mi rostro se suavizó. Estuve a punto de tirarme a besuquear como una posesa a la enfermera que tan buena cosa metió en mi cuerpo. ¡¡Viva la epidural y la madre que la pario!!
Un anestesista me infundió ánimo para hacer más llevadero el proceso.

-Animo mamá, Rosa te llamas ¿no? en un ratito tendrás a tu niña en los brazos.
Me acariciaba el pelo. Yo solo veía sus ojos azules pero la suave voz y la dulce mirada fue algo decisivo que me hizo tranquilizar.
Por primera vez iba a vivir algo íntimo con un montón de extraños.
Una sala blanca con rostros tapados alrededor mío una barriga prominente que guardaba un maravilloso tesoro por descubrir y toda la ilusión de una madre que espera un nuevo acontecimiento en su vida.
Escuchaba el bisturí como abría paso sobre capas de carne y tejido sin dolor alguno.
Escuchaba comentarios quedos de todos los que me ayudaban en la mesa de operaciones y quiso la buena suerte que a las 8:45 de la noche día 13 de noviembre de 1995 una preciosa niña de 3.500 gramos, de nombre Alba viniera al mundo en aquel hospital.
Tengo un primer recuerdo que guardo como un diamante.
Su olor.
La sacaron y la lavaron, la envolvieron en una toalla y la pusieron en mi lado.
Mientras me cosían, sentí su olor. Mi olfato descubrió que aquella pequeñita criatura de colores rosados había estado en mis entrañas, que tenía mi propio olor.
Ese sentido primitivo de todos los animales yo también lo estaba experimentando.
Pero había algo más…la emoción y las lagrimas que brotaron de mis ojos al rozar su suave piel.
Una sonrisa afloró a mi rostro y colmó todo los sufrimientos anteriores.

Hoy por hoy, mil veces volvería a vivirlo, porque eres lo más hermoso que jamás me ha pasado.

Feliz cumpleaños hija mía.

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